martes, 28 de noviembre de 2017

El principado de la Fortuna y las islas canarias (primera parte)

Las islas canarias se conocen desde los tiempos antiguos, no solamente por ser descritos por Plinio, o Plutarco, ni porque el rey Juba II de Mauritania explicara al emperador Octavio Augusto las historias de aquellas islas llamadas “las Afortunadas”, sino porque ya existían en los mapas de Tolomeo, y estos provendrían de los conocimientos de las rutas fenicias y cartaginenses en las navegaciones que hicieran los primeros desde la ciudad de Gadir. También y por nombrarlo, podríamos decir que existe otro origen, él mitológico, el de las siete islas llamadas “las efemérides”, hijas de Neptuno, en donde Atlas pudiera fundar mas allá de las puertas de Heracles, la Atlántida, descrita por Platón de entre las conversaciones de Timeo y Criteas el viejo.


Si bien, no conocemos como fue la colonización de las islas y las repoblaciones que debieron tener entorno a la primera mitad del primer milenio A.C. podemos afirmar que arqueológicamente se han encontrado ánforas de estilo púnico en asentamientos de Hierro, Palma y Tenerife; y aunque las pruebas confirman estas influencias sabemos que las primeras oleadas vendrían en todo caso del norte de África de la zona bereber en donde existen influencias y pruebas concretas.

Si bien la historia oficial se inicia con la Conquista occidental. Desde Aviñón Luis de la Cerda es entregado el derecho de la conquista de las islas y nombrado príncipe de estas en 1344 por el mismo Papa, aunque él nunca llegaría a ir, si se mandó una relación de misioneros y hasta un obispo “el de la fortuna” que llego a la isla de la Gran Canaria donde hiciera un asentamiento cerca de Telde en 1351. Pronto el primer conquistador aparecerá en escena; Jean IV de Bethencourt de Normandía y su socio La Salle que no sería reconocido con ningún derecho, fundarían Betancuria en Fuerteventura, siendo este mismo Juan IV el que le ofreciera en vasallaje de la conquista a la regente de Castilla, Catalina Lancaster madre de Juan II, a cambio de nombrarle señor de las islas y la quinta parte de los productos exportados. En las guerras de Inglaterra y Francia en Normandía, Bethencourt se convierte en vasallo de Inglaterra y vende la donación del señorío de las canarias al II conde de Niebla en 1418. El cual la revenderá a su vez, en 1420 a Alfonso de las Casas, sucediendo su hijo Guillen y luego su nieto Guillen Peraza de las Casas como señores de las islas, este último morirá en la conquista de la Gomera siendo su heredera, su hermana que hubo de casarse con Diego de Herrera, que serán nombrados condes de la Gomera dotándoles de rentas, a cambio de la cesión de los derechos a la corona que vio peligrar la situación de Castilla ante un desembarco Portugués en el puerto de las Nieves al norte de la isla de gran canaria, tomando desde entonces (1478) las riendas de la empresa y su conquista por el Capitan Vera. Siendo en 1494 por el capitán Fernández Lugo la de Tenerife, que fue vencido en un primer momento con la pérdida de 900 hombres, pero que fue logrando su victoria hasta ser definitiva en 1496. Fundando la ciudad de la Laguna.
Los cronistas de la conquista describirán los reinados de los aborígenes, y detallaran las estructuras sociales, tribunales, propiedades, noblezas y los reinos: dos Guanartemes (reyes de gran canaria) y los nueve Menceys (reyes en Tenerife), estos últimos hijos de un primer gran Mencey llamado Tinerfe que gobernó la isla igual que su padre totalmente en unidad.

Aunque la historia les cataloga de pueblos Neolíticos por no tener metales, lógicamente son islas volcánicas, se las considera avanzadas al conocer la escritura. Un punto interesante es que hubieran olvidado la navegación, lo cual las hace desarrollarse independiente de cada una de las otras islas.
Se dice que los conquistadores acabaron con los conquistados si bien, los estudios de ADN demuestran lo contrario, en las islas menores solo un 25% de la sangre es aborigen mientras que en las grandes llega hasta un 50% de orígenes pre-castellanos. 

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