lunes, 3 de octubre de 2011

Ad astra ab eternum

“Todos somos responsables de las almas que la providencia o la vida, pone en nuestro camino” así explicaba el padre Mariano de Turín, el apostolado. Pero quiero ir más allá y no desde un punto religioso sino práctico. Todos nos acordamos de aquella máxima de Ortega: “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. ¿Pero cómo salvamos nuestra circunstancia?, según la claridad del filosofo, debemos de hacer de la vida misma una obra de arte, plasmando en ella un ideal de realización. Siempre he creído que se puede conseguir con un huracán de energía y de positivismo, transformando no sólo nuestras actitudes sino de las de nuestro entorno. Según un gran amigo, esto sólo se puede hacer en parte y siempre desde la aceptación de las virtudes y vicios del contrario, para él - el amor es la aceptación -. Yo en cambio, no me resigno a verlo así. Lo veo, como intentar ser el Visconti de la película de tu propia vida, no la de ser el mero espectador que de un modo u otro aprovecha las circunstancias que van apareciendo sino obligarse a ser el realizador de la mayoría de ellas. Aunque el miedo implícito suponga, como muy bien dice mi amigo, no valorar suficientemente las cosas que simplemente surgen. La respuesta sería aprovechar ambas esferas generadas y acontecidas a una adaptación congruente, cosa bien difícil.




Me preguntaban unos gatopardianos como traducir todo esto al amor, como trasladar esta forma de entender la vida. Contesté - con nuestra inspiración -. El amor debe ser como un modelo, un ideal, un concepto que una lo estético y lo sentimental, la atracción a la autenticidad como jerarquía de plenitud. Este encantamiento o donación hacía la excelencia, es en sí mismo, el amor, siendo este el que hace que sea posible esa individualidad a dos (expresión del propia del filosofo). Entendiendo que esa ascensión al amor debe ser vista como un sentimiento de conocimiento, hasta de espionaje sobre el otro. Otorgando a la pasión un deber de vida, realizando las cosas de una manera especialmente simbólica - a través de la suma de los detalles llegamos al éxito -.

Por ello debemos ver al amor como un órgano más de nuestro cuerpo, al cual ejercitarse, no verlo como una fuente de dolor o de placer. Sino como un concepto de entrega de no esperar a que venga a ti por medio de la otra persona. No exigir amor, sino todo lo contrario, ir a él, estar en él, crear en él. Me gusta la definición del amor platónico como: “deseo de crear en la belleza”.

Amor como concepto amplio de entrega, no abarca simplemente a la pareja, sino a un modelo de vida en todas las relaciones interpersonales como en la amistad, la familia.. Así como no, en la comunión con Dios.

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