Londres ya no es
una ciudad de ingleses, es una ciudad de ricos extranjeros donde se habla inglés.
Sin duda es la capital del mundo por aquiescencia, en donde te encuentras con la
multiculturalidad que por comparación Nueva York no tiene; hablo de la representación
de africanos, árabes o indios que en Nueva York es mas limitada.
En Londres es curioso ver como los barrios se van distinguiendo por los grupos
de expatriados que los habitan, desde Sloane Square moviendose hacia el oeste de la ciudad
se van estableciendo los diferentes clanes empezando por los árabes, luego los franceses
e italianos acabando con los españoles en Full Ham. La mayoría de Españoles que emigran son de entre 26 y 35 años segun las estadisticas, y parecen haberse alistado de golpe, puesto que todos pasan
por aquí, tengan o no oportunidades, sabiendo que no hablar inglés es como ser llamado
analfabeto en otros tiempos. Vienen desde cualquier punto de la península, y ya
no les hace falta saltar a Madrid para luego pegar el saltar sino que
directamente se dejan caer.
Chealsea |
La ciudad del Támesis
es una ciudad dura, los ingleses hablan constantemente del clima, y como para no
hablar, los cambios son fuertes y las estaciones del año son muy marcadas debido
a su latitud - lo que les obliga a hablar del frio o de la lluvia constantemente-.
Puede que hablen del tiempo porque en sus casas hace frio, y es que la construcción
de sus casas es pobre; todas fueron rehechas tras la segunda guerra mundial y
yo creo que el presupuesto fue el que fue. Casas frías con una carpintería que aisla mal pero con ese encanto que la decadencia produce, llenas de recovecos
como si cada esquina buscara su propia gracia, parecido a esas casas antiguas
en donde cada armario y cada escalón aprovecha un centímetro de espacio para
doblar un codo. Digo que es una ciudad dura porque su realidad lo es, la velocidad
a la que se sucede todo es tremenda y a veces se pierde la capacidad de parar,
de escuchar, o simplemente de estar en silencio. Nadie tiene memoria para quien
se despide de la ciudad, aunque algunos nos resistamos, y todavía veamos a
Vitin abriéndonos las puertas de algún garito como si de un espejismo se
tratara, y es que en cada semana suceden demasiadas cosas, cada acción refleja una
reacción inmediata y uno va como perdiendo la capacidad de sorprenderse. La gente que yo conocia se ha vuelto, como si hablaramos de ciclos de estancia de 8 anos, pero cuando unos se van otros acaban de llegar.
Por el contrario el
campo es verdaderamente inglés, allí se encuentra la Inglaterra real, la de los
mil detalles de mesa de desayuno. En la que cada vez que uno puede, acaba en un
brocante o en algún anticuario de pueblo pujando por una porcelana de Wedwood o
por una loza de Old Willow. Y esa es la Inglaterra eterna, la del campo verde con
cientos de ovejas que se marcan como puntos blancos en colinas que pretenden ser
montañas, allí en el fondo se esconden las mejores casas del mundo, casas que muestran un
estilo de vida que intenta sobrevivir a duras penas. Como decía Gonzalo Anes, “No se ha
vivido mejor en la historia que en el s. XIX ingles” haciendo honor a su
aristocracia que sigue poseyendo el 10% de la propiedad, aunque los datos los nuble el
misterio, al no existir registro de la propiedad y moverse todo por estimaciones,
grandes propiedades para un reino que siempre fue grande a la vez que pequeño.
Phelips of Montacute |
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