Hablar hoy de noblezas de sangre
es hablar de cosas antiguas pues fue a partir de 1835 cuando se suprimieron las
distinciones de nacimiento. Aun así, no deja de existir el pertenecer actualmente
a un origen u a otro, aunque sea desde el prisma histórico, ni tampoco seguir los
precedentes de legislación, jurisprudencia, usos y costumbres para convertirse
en parte de este grupo; aportándose un cierto dinamismo a la nobleza no solo
por nueva creación de la corona a través de títulos nobiliarios sino por la suma
de los actos positivos de nobleza en un mismo apellido.
Si bien dejaron de existir los
tribunales públicos encargados de estos temas con sus propios trámites, pruebas
y garantías, los llamados “las Chancillerías”, siendo la de Valladolid la que
se ocupaba de Castilla, Indias y obviamente la que nos trae al caso que es la
de Vizcaya. Son hoy en día estos tribunales las propias Corporaciones Nobiliarias,
Maestranzas y Órdenes de Caballería que a través de sus dictámenes formalizan y
aceptan estas pruebas y muestras de nobleza. Lo que conlleva a muchos estudiosos
del tema, genealogistas, a trabajar en los expedientes de cada apellido o
varonía. Siendo representados por la real academia matritense de heráldica y
genealogía.
Históricamente siempre fue un
tema de suma importancia, si hoy es delito utilizar un título nobiliario por
suplantación de persona, en otra época lo era el simple el uso indebido de un
escudo de armas o blasón, puesto que este pudiera llevar exención de
contribuciones a su poseedor, yendo por tanto su uso en falso en prejuicio de
la corona y del fisco. Como nos podremos imaginar los pleitos eran costosos y
la búsqueda de posesorias de hidalguía por actos de varonía, se hacían de la
misma manera que actualmente. Buscando antepasados con cargos privativos de
nobles, empleos distinguidos, solar conocido, uso de blasón, demostrar enterramientos
propios de la nobleza o de exención de cuarteles y alcabalas propias del
estamento. Si bien en Vizcaya la más común era de vecindad. Para aunar y sumar estos
actos positivos de nobleza se debían y se deben sumar hasta tres pruebas en la
misma línea recta de un apellido, buscando una por cada generación. Estos actos
pueden también pueden ser por la suma de dignidades personales, como la de un
militar condecorado o un alto cargo civil.
En el Señorio de Vizcaya, como en
otros lugares se dio por parte de la corona un reconocimiento propio a la
calidad de sus pobladores. Por tradición se dijo que Vizcaya nunca fue
conquistada por Roma ni influida por los visigodos, por tanto se trataba de una
diferencia única, además con la curiosidad de ser una raza única, con un idioma
propio, primitivo y monosilábico, bien conservado y con tradiciones y
costumbres, además de música y usos típicos, todos diferenciados y muy admirables.
Su origen siempre fue incierto, se habla de su concomitancia con lugares muy lejanos
(caucásico, bereber, vikingo, celta..) aun nos sabiéndolo si podemos afirmar su
particularidad propia, diferente al resto de España, y decir que al no ser influenciados
por nadie, lo que fueron y lo que son se lo deben a sí mismos.
Históricamente fue Señorío de
Sancho el Mayor, dejado como testamento en 1035 a su hijo García y finalmente
incluido en los fueros de los Reyes de Navarra, dándolo Alfonso VIII en 1200 como
feudo y mayorazgo a Diego López de Haro, cuya descendiente acabaría de mujer
del hermano de Pedro I de Castilla, el cual lo ocuparía e influenciaría con Castilla,
al morir estos sin descendencia pasara el Señorío a Castilla con Enrique II y
finalmente seria incorporado para siempre al Rey de castilla como un Señorío aparte
en las manos de su hijo Juan I. Como imaginamos todos estos avatares dieron
lugar a una admirable legislación y leyes derivadas de una organización
nobiliaria. Por lo que se insta a denominarse solar único de nobleza, cuyos
originarios son hijosdalgos de sangre, con privilegios, exenciones,
preeminencias y libertades que su estado y calidad conllevara en todo el reino
de Castilla, regidos primero por sus propios fueros. Siendo todos los
habitantes del señorío iguales en su nobleza, no existiendo calidades o clases
entre ellas debido a que nunca debieron su calidad a un monarca, ni a un señor,
sino a su propia antigüedad. Si bien desde entonces existieron los naturales y
los foráneos, los cuales cumplidos los requisitos (probar limpieza de sangre en
su país de origen) ganaban su propia vecindad catalogándose como el resto.
Solo entonces como nobles podían
ejercer cargos municipales, sus derechos de voto en los ayuntamientos y en sus
encartaciones, esto significaba asistir a las juntas generales y ser propuestos
como representes ante estas juntas, siendo nombrados apoderados para acudir a las
juntas de Guernica y Avellaneda donde se trataban los temas importantes. Puesto
que Vizcaya se basaba en un régimen de representación gradual y colectiva, con
un gobierno de selección o “de los mejores”. El modo de realizarlo era
sencillo, los concejos locales o ayuntamientos elegían un síndico procurador
para que este ejerciera su representación en Guernica, y si era un pueblo
dentro las denominadas encartaciones, primero iban a Avellaneda votaban y elegiría
entre ellos representante para acudier a Guernica.
Si bien para puntualizar existía una
especialidad que no diferencia entre ellos, eran los llamados cabezas de linajes
antiguos, considerados como jefes militares de las familias, siendo estos
consultados por el Señor de Vizcaya para asuntos importantes como la paz y la guerra.
Siendo estos linajes de casa solariega tan importantes que aun si recaían en
mujer, esta daba su apellido a su marido y a sus descendientes para no perder
estas varonías. Curiosamente los apellidos vascos tenían siempre traducción en
referencia con el solar o lugar de origen, buscando características de animales
o plantas de donde provinieran. La nobleza vasca tuvo una preminente
importancia y presto siempre servicios a la patria como bien muestran los
hechos del descubrimiento.
Antiguamente la pertenencia a
esta institución social, conllevaba obligaciones pero en contrapartida honores,
distinciones, preeminencias y prebendas, como la de ejercer cargos públicos,
ser representante o votar por ello, hoy en día simplemente conlleva la
obligación de comprender la dignidad que es formar parte de la historia de
España y en este caso de vascongadas, donde su recuerdo obligue a un
comportamiento que tienda a la ejemplaridad y a la exigencia personal para una
influencia positiva a nuestro alrededor. Muchos genealogistas infieren en los
linajes para relacionarlos con hechos históricos concretos, intentando
comprender que les llevó a aquellas personas a realizar tales actos de entrega,
ventura y honor.