Acabaremos
hablando de JEP GAMBARDELLA como otro arquetipo hedonista del estilo D. Juan
Tenorio, y es que a nuestro personaje de la película “La Gran Belleza” de Paolo Sorrentino, le faltan actitudes y le sobran aptitudes, es el ejemplo
perfecto de lo inmediato, del relativismo, del sumatorio de todo para quemar
en un solo instante. Su frivolidad no deja de ser otro modelo curioso de la vida al: "Il
vórtice de la mundanitá".
El
personaje sugiere y crea sentimientos contradictorios desde el rechazo del
hombre, insatisfecho, amoral y sin nada que hacer, hasta el hombre que sufre
porque consume el tiempo en la comprensión de que lo mejor de su vida fue su
primer gran amor en el que él -todo fue en ella y en su inocencia-. A través de
los movimientos de cámara se embelesa ese proceso de hacerse mayor y de entender
como revisar tu propia vida, aprendiendo constantemente de ella como hace JEP a
través de sus noches. Me pasa como al personaje, que tengo la necesidad de
desmenuzar sensaciones y enmarcarlas. Grandes escenas donde hacer que el
escenario hablé por ti.
Hay
mucho de Gatopardiano en JEP y por ello me resulta cercano, y a la vez todo lo
contrario, le compadezco por su falta de obligación personal, por tanto talento
malgastado, o por no ser el soporte de nadie o una buena influencia para su
entorno.. Aun así me atrae su impenitencia.
Y es que
a JEP le da todo un poco igual, a mí también. Si existiera en realidad y
viviera en la calle Serrano seguro sería amigo mío. Aunque en esta ciudad le
habrían pitado los oídos, habría recibido largas críticas y muchas corales de
odio porque el español busca siempre árboles caídos para hacer leña. Y Madrid
es una ciudad pequeña con mucha historia que la llena de complejos, la hace
plaza difícil; siempre predeterminada por los barrios que la encierran en lo
políticamente correcto sin la grandeza que tienen por ejemplo esa eterna Roma,
con su turismo o sus gentes venidas de todas partes que la dotan a fin de
cuentas de la perspectiva para no juzgar a sus propios miembros. Y es que
nuestro Madrid es más pobretón y la gente tiende a compararse y de hecho: Nada
como mirar alrededor y ver como la mayoría de la gente necesita para
su propia reafirmación y seguridad un modelo que puedan entender. Así desde su
propia vida, limitada por un banco, una auditoria, una consultoría o donde
quiera que se hallen, puedan pensar que todo lo hacen bien. Que la identidad y el
sello que su jaula de oro les proporciona, les da la suficiente convicción para
una tertulia de sábado. Porque todo lo que les es ajeno es rechazado, todo lo
que no comulgue esta fuera. Por ello exige Madrid hacer oídos sordos y estar
por encima de críticas o juicios, porque nadie sabe, o como diría mi abuelo “ya
se verá” porque siempre es demasiado pronto para resumir la vida de una persona
en tres adjetivos y un “pero” – lo que yo llamo epitafios en vida.
Intentemos
reducir los epitafios de todos esos que hablan de más, y “ya se verá”. Como decía mi padre ser muy exigentes con uno mismo y muy poco con el resto. Hagamos
de nuestra vida escenarios más elaborados, con mejor estética y belleza que alimente más el alma de quien nos rodea. Seamos de domingos en el escorial y de viernes en el
prado.