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Teatro griego y frontal romano |
Empezamos
este post con una buena conversación como todas las que tengo con mi primo
Borja. Conversaciones que trascienden de lo mundano. Yo, que soy más joven,
intento sacarle la máxima información posible, como si en 20 minutos me pudiera
pegar un chapuzón de cultura. Así es como le propuse escribir en mi blog
gatopardiano. La idea era sencilla, escribir algo sobre la obra que fuimos a
ver el día anterior, rápidamente a Borja se le ocurrió la línea de desarrollo: LA FICCIÓN –como la vida- ES UNA CONSTRUCCIÓN DEL SENTIDO
Personalmente
me reí. Pensé que la ficción de mi vida, es un esfuerzo familiar de
generaciones para crear un eslabón más de cadena. Cuando era niño buscaba agarrarme
ante la pregunta de: ¿quién soy yo? – e igual que Ulises ante Polifemo utilizaba
mil nombres “los de rey” y “los de señor” pero con el tiempo, también
entendí que no soy nadie y que como todo el mundo busco aplomo en lo que puedo.
Y en mi caso, antes como niño, y ahora como adulto, sólo busco refuerzo en los
nombres de mi padre cuando veo que me caigo; algo así, como que rezando en la
virtud de su nobleza pueda construir una actitud donde sostenerme.
Curiosamente
mi vida se carga siempre de palabras de arquitecto, todas grandes y pesadas,
algo así como: pilastra o contrafuerte. Muchas veces al hablar, las
utilizo todas de golpe. Lo hago desde que tengo memoria, no sé muy bien porque,
salvo que uno quiere adscribirse, o ser un poco teatrero, o a lo mejor es
simplemente porque me gustan las formas, la oratoria o ser un buen cuentacuentos.
Diría yo,
que casi todos los grandes de la historia eran buenos oradores y conquistaron
su propia grandeza hechizando a su público, buscando esa concatenación de
palabras que acabaran encumbrándolos. Algo así, como un actor, que cuando dicta
sus mil registros y los trenza todos juntos, de repente es capaz de
tocar nuestra alma, y encender en ella una cerilla.
Durante
largo tiempo me ha marcado aquel poema de Gil de Biedma NO VOLVERE A SER JOVEN,
que habla más bien de las limitaciones de la juventud y el teatro, siendo la
muerte el único argumento de la obra. Personalmente me arrancaba una sensación
de angustia terrible. Así que decidí desde hace un tiempo, hacer que ocurrieran
- cantidad de cosas a mí alrededor -, tantas que incluso me diera un poco de
agobio, de pronto metí todo el contenido posible a mi vida. Aprendiendo aquello
que decía Michi Panero: “se puede ser
todo, todo, todo en la vida menos un coñazo”.
Busco al fin y al cabo, los mil modos de encender la luz, o de abarcar más realidad
como diría JM García Agulló; creando mil laberintos que al final siempre
tengan salida. Es curioso escuchar que cuando morimos, se establece una
pequeña frase como epitafio de una vida pasada, algo así como la unión de
varios adjetivos que dan pie a una corta conversación. Ejemplo: Era un gran señor pero republicano.. como si dos o tres palabras juzgaran toda una vida.
Me
pregunto cuales serán mis tres palabras, como si esa abrumadora imagen de tres
ancianos comentando, me turbara el sueño los martes por la tarde. Me niego a
creer que ese será el argumento de mi obra.
Sea
donde fuere, espero encontrar al final de todos mis diarios, una clara imagen
de una mujer que me diga que mi vida tuvo sentido, y que conseguí en ella
encender una cerilla en cada rutina, porque esta es la base de donde debiera
nacer un buen argumento, una rutina que tenga sentido.
Por
tanto y como conclusión, no sé si el teatro de mi vida conseguirá dar la fuerza
motriz para levantarme en las caídas y si en ellas conseguiré sostener un proyecto de futuro
que sea la suma de todos los detalles compartidos y que elevados al cuadrado,
den como resultado comprender que todo, hasta mis errores, tuvieron un porqué y
ese porque tuviera al fin un sentido.
Anónimo:
“Cada uno su teatro y para el su público”.
LA FICCIÓN –como la vida- ES UNA CONSTRUCCIÓN DEL SENTIDO
(A
raíz de la obra de teatro “La odisea de Homero” de El Brujo)
Exacto…
y si la vida es sueño, y los sueños son ficción, entonces... Entonces, yo soy
mi mejor personaje. Y al personaje principal de una ficción hay que cuidarlo, y
hay que procurarle una trama, y un detonante, y puntos de giro y un clímax, y a
poder ser, tratar de que permanezca en la mente del lector el mayor tiempo
posible, y por qué no, convertirlo en un clásico; y todo eso, en la Odisea de Homero, lo
proporciona la diosa Atenea, que dispone como lo haría el autor de una novela,
que no es de manera omnipotente y absolutista, al contrario de lo que algunos
puedan creer, sino respetando tanto las reglas que vienen dadas como las que él
mismo ha creado. Y así, como autores de nuestra propia vida (sí, somos autor y
personaje), nos preguntamos, ¿qué debo hacer? ¿Cómo construyo sentido?
Muchas
veces hemos discutido Borja y yo sobre esto. Y yo siempre regreso a los mismo
términos, aunque a veces no se lo diga o no sepa expresarlo, o no acierte a
adecuarlo al momento en el que se encuentra nuestra digresión, que es esquiva o
tal vez flexible o adaptativa (normalmente acompañada de vino), pero regreso,
como digo, a los mismos términos, que son “miedo” y “verdad”.
El
“miedo”, pese a quien le pese (tal vez por miedo a asumirlo) es el mayor
constructor de sentido de un vida; o más exactamente, el mayor filtro de
construcción de sentido de una vida; o mejor, la mayor fuerza de construcción
de sentido. No sé. Pero lo cierto es que todo lo que hacemos, todo lo que
decidimos, y en último término, todo lo que somos, tiene una pátina de miedo,
como un barniz sobre un cuadro siempre inacabado. (“And in short, I was
afraid”. T.S. Eliot) No voy a entrar en la taxonomía del miedo, que tiende
invariable y obstinadamente al infinito o al tedio, y que se aleja del objeto
de esta entrada (o “post”). Pero reflexione el lector honestamente sobre esto.
Y
tras el miedo se esconde la “verdad”. Quiero que mi vida sea auténtica, nos
decimos, porque sólo así tendrá sentido.
¿Auténtica?
¿Acaso hay vidas ficticias?
¿Las
hay?
¡Bien!
Atento el lector que haya contestado que sí, que claro que hay vidas ficticias.
Y añado, la mayoría. Y el que no lo entienda, que vuelva a leer el silogismo de
la primera línea (y quién quiera objetar que haga uso de la sección de
comentarios).
Y lo
curioso es que es por eso, porque son ficticias, que queremos que sean
interesantes. Cualidad ésta de la que la realidad sin duda puede prescindir, pero
no la ficción. La ficción es una construcción del sentido. Volvemos a lo mismo.
Las preguntas filosóficas son tercas. Al igual que mi respuesta. Y regreso, lo
avisé, a los mismo términos. And in short… I am afraid.